26.6.06

Tarifa normal.

- Mamá siempre me traía el desayuno a la cama. Me despertaba con un beso en la frente y dejaba el café con leche en la mesilla, humeante, apestosamente delicioso. Por la tarde, cuando volvía de la oficina, siempre encontraba un billete de cincuenta al lado del teléfono, para que me acordara de llamarla, decía. Yo siempre llamaba. Póngame otra.

- Marchando.

- Con papá era diferente. Mucho cachondeo y todo lo que usted quiera, era un hombre gracioso, pero no acabábamos de caernos bien. Siempre esa tensión, ¿sabe? ¿Habré dicho lo correcto? ¿Creerá que bebo mucho? ¿Por qué está hoy de mal humor? No es que discutiéramos todo el tiempo, no discusiones serias, pero no era lo mismo, ¿sabe? No era lo mismo.

- Ya veo.

- Sí. Bueno, lo cierto es que cuando quería era un buenazo, como cuando lo del coche, que ahí sí que se portó como un señor. Y no jugaba mal al ajedrez, siempre un poco arriesgado, pero cuando te pillaba ya no tenías salida, que se le ponía esa cara, mirando por encima de las gafas, y decía jaquemate, y casi siempre lo era, y entonces sonreía y se reclinaba en el sofá. Otra, sin agua.

- Sin agua.

- Tuve una novia, Lola, qué guapa era, y siempre me decía que se preocupaban demasiado, que tenían que vivir su vida y yo la mía, ya sabe, todo ese rollo, pero yo luego despertaba con mi beso en la frente, y bebiendo el café con leche pensaba en papá y en mamá y en Lola, y un día que Lola insistió demasiado le dije, ya no te quiero, y lloró un rato y se fue.

- Triste. A esta invita la casa.

- Muy amable. Cuando cumplí los veinticinco mamá compró una tarta de Mickey Mouse y sombreros de fiesta. Papá me ayudó a soplar las velas. Creo que a partir de ahí algo empezó a olerme mal. Se lo conté a un amigo y me llevó a ver a un tercero, que era un comecocos, y estuvimos hablando de papá y mamá y de mí y de papá otra vez y así. Que si Freud y matar al padre, que si los machos que expulsan de la manada, esos temas. Y, bueno, aún no sé por qué se suponía que iba a hablar con él, era muy aburrido, el caso es que nunca preguntaron por qué dejé de ir, y no es que me pusiera nervioso, es que no me lo pasaba bien.

- Entiendo.

- Papá y mamá no se enteraron, claro. Un día les conté lo de irme y, ¿sabe?, todo fueron llantos. Que si que iba a hacer mamá sola, que si todavía era un crío para andar durmiendo solo en una casa que no era la mía, que cómo iba a pagarlo, que si ya no les quería. Acordamos que mamá se vendría a vivir conmigo el primer mes, papá de visita de lunes a jueves de seis a nueve y de viernes a domingo, todo eso para ayudarme en los inicios, dijeron.

- ¿Y le ayudaron?

- No, fue aún peor. Ya sabe de lo que hablo, seguro. Cuando mamá cumplió los dos meses se vino papá, decía que el metro le quedaba mucho más cerca. Se vendieron el piso y con lo que sacaron me compraron el coche, uno bueno, y ya se vinieron los dos. De esto hace un mes.

- ¿Otra copa?

- Claro. Oiga, ¿alguna vez ha odiado a alguien? Es decir, ¿ha querido verlo sufrir? ¿Matarlo? Ya sabe, esas cosas que se presentan a diario, oportunidades, como un cuchillo en la mano, la botella de lejía cerca del agua, dos metros de cuerda y la única copia de la llave de casa, ya sabe, marcharse con ellos atados y dejar que la naturaleza siga su curso, ese tipo de cosas, ¿sabe? Seguro que sí, que alguna vez ha estado tentado, le apuesto otra copa a que no soy el único loco aquí esta noche, ¿eh?

- Me pilló. ¿Güisqui?

- Güisqui. Ya estoy bastante borracho. Bueno, no sé por qué le he contado este rollo, la historia de mi vida, llámelo como quiera. La bebida acabará conmigo ¿sabe? Papá me lo decía todo el rato.

- Ya veo. ¿Qué ha hecho con ellos?

- Lo de las cuerdas, los pobres están maniatados y amordazados en casa, desde esta tarde, mire, llame a la policía, no sé por qué lo hice ¿sabe?, mucho trabajo, espero que estén bien, llame rápido por favor...

- Calle. Tranquilícese. ¿Quiere decir que ha dejado a sus padres maniatados en casa y que ahora se arrepiente? ¿Le gustaría salvarlos? ¿Retroceder en el tiempo y cambiar su curso?

- Sí. ¡Sí y sí! No se ría de mí, amigo. Llame a la policía.

- Está bien. Le prepararé una última copa, luego voy a llamar. Invita la casa.

- Gracias.

Bebo. Me duermo.

--- X ---

- Sí, Carlos... oye, tengo a otro pájaro, un chico joven, de unos treinta... dormidito en la barra... no, dice que bebe mucho, pero se le ve sano... sí, claro... completamente limpio, nadie preguntará por él, no te preocupes por eso... oye, tarifa normal, seguro que no te importa... exacto, diez mil, sí... no te me quejes, Carlitos, con lo que debes sacar por cada riñón... no te creas... sí, en diez minutos te quiero aquí, y te lo llevas... Hasta ahora.

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