24.6.06

Mejillones y gambitas.

Lo de levantar la ceja me sale desde hace poco, pero me sale muy bien. Yo creo que si algún productor me viese me contrataría para hacer algún anuncio en el que sólo se tuviera que levantar una ceja. Y al final, de lo bien que me sale, sería el experto: siempre que se necesitara a alguien que tuviera que levantar una ceja me llamarían a mí. Viviría de levantar mi ceja. Como es algo que sabe hacer mucha gente, aunque pocos tan bien como yo, tendría que entrenarme duro, delante de un espejo, dale que te pego, ceja arriba ceja abajo. Para innovar continuamente y todo eso, que si no, te encasillas y siempre hay alguien que acaba superando al maestro, y entonces fin del cuento.

A base de practicar, me he dado cuenta de que lo más difícil es aguantarla ahí arriba el rato que haga falta. Pasados algunos minutos los músculos de la cara están tan tensos que todo me empieza a temblar, y acabo haciendo el conejo. Como no quiero que me veas haciendo el conejo, aguanto mi ceja un minuto y casi veinte segundos, que sé que es el tiempo en el que aún no se me nota ningún temblor. Y pasado ese minuto y casi veinte segundos, uno, dos, tres, contando interiormente, que nunca sabes si vas atrasado o adelantado, cuando ya sé que te tengo ganada, bajo mi ceja y digo:

"Creo que no te he oído bien. ¿Podrías repetirlo?"

Tú repites:

"Hoy plato único: ensalada de verano, paella o espaguetis en salsa boloñesa. Para beber, agua o vino. Postre y café incluidos.

Pongo cara de pensar: ojos entreabiertos, sacar morritos. Me rasco la barbilla. Miro más allá de la pared. Levanto la ceja. Bajo la ceja.

Cuando creo que ya he aparentado ser alguien reflexivo, que sopesa todas las opciones y decide lo mejor para sí mismo y los suyos, digo:

"La ensalada de verano, ¿lleva cebolla?"

Quiero que te quede claro que no tomo ninguna decisión a la ligera. Contestas:

"No, pero podemos ponerla".

Pongo cara de pensar: ojos entreabiertos, sacar morritos. Me rasco la barbilla. Miro más allá de la pared. Levanto la ceja. Bajo la ceja.

Quiero que pienses que conozco la diferencia de sabores y texturas que hay entre una ensalada de verano con cebolla y una ensalada de verano sin cebolla. Incluso las diferencias que hay entre tirar la cebolla antes o después que la patata, antes o después que el pimiento rojo, antes o después que el atún o que la mayonesa.

¿Quiere que pongamos cebolla o no?", dices, con prisas.

No es una decisión fácil: si echas la mayonesa encima de la cebolla pierdes textura pero ganas sabor, por ejemplo. Si echas la cebolla encima de la patata, y la patata encima de la mayonesa, esto es otro ejemplo, pasa al revés: ganas texturas pero pierdes sabores. Son estas cosas las que quiero que creas que estoy pensando mientras me rasco la barbilla y digo:

"Hablemos de la paella".

Mientras lo digo, me atuso el cabello. Como lo tengo rizado he de poner especial cuidado, utilizando el pulgar para devolver a su sitio el maldito rizo que siempre se descoloca sin alborotar los de encima de la cabeza. Antes de saber que la naturalidad parece mucho más natural si se practica delante del espejo, cada vez que me atusaba el cabello sin saber pasar la mano me dejaba peor que antes. Ahora sé que si mientras paso mi mano hago un rápido giro de nuca hasta que la barbilla se pone a la altura del hombro, y tengo especial cuidado con el pulgar, mi cabello queda perfectamente natural. Es entonces cuando sé que te has dado cuenta de lo precioso que tengo el cabello, y entonces sonrío y repito:

"Hablemos de la paella".

En realidad no me interesa la paella: desde el principio sé que tomaré los espaguetis. Pero no podría permitirme que pensaras que no he tenido en cuenta la posibilidad de comer paella. Así que no te tomo en serio cuando dices:

"Pues es una paella normal, con su arroz, su merluza, sus gambitas, sus mejillones. Ya sabe, paella".

Una vez tuve un amigo que me explicó la diferencia entre una paella, un arroz a banda y un arroz marinero. En realidad no recuerdo nada, pero sé que sólo nombrándolos pensarás que soy un auténtico experto del arroz. Por eso, y por seguir con mi numerito, digo:

"Mejillones y gambitas? ¿En la paella? ¿No será arroz a banda?".

Tu cara te delata. Tú tampoco tienes ni idea, pero he sido yo el que te ha pillado. Saber que el otro no sabe lo que tú tampoco sabes pero aparentas saber es uno de los secretos del poder, te lo acabo de demostrar: no hay más que ver tu cara. Ahora mismo podría levantarme y mirarte por encima del hombro. Regocijándome, insisto:

"¿No será arroz a banda?".

Ah, qué satisfacción, qué felicidad, qué delicia. Dices:

"Mire, en realidad no sé qué lleva. Déjeme preguntar al cocinero"

"No es necesario", digo. "Creo que tomaré los espaguetis".

Justo donde quería llegar: ni ensalada ni paella. Para que veas que no me ha convencido ninguno de tus argumentos, que estoy por encima, que soy libre como el viento y los pájaros y los escarabajos peloteros. Que tomo mis propias decisiones en función de mis propios intereses. Que nada ni nadie puede cambiarme.

Sé que sabes que sé, y por eso repito:

"Tomaré los espaguetis".

Dándote donde más duele.

Y cuando te alejas, levanto la ceja. Bajo la ceja. Me atuso el pelo y sonrío. Por si se te ocurre darte la vuelta y mirar.

Para que me mires y pienses: qué fácil es ser feliz.

1 comentario:

pcbcarp dijo...

Reconforta saber que aún hay gente que cultiva el difícil arte de Sean Connery y Leonard Nimoy. Sólo una pequeña objeción, a saber:

Tú no comes de menú todos los días en ese sitio, ¿verdad? Jeje.

 
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